La llegada de inmigrantes a Europa despierta temores dentro de la población. En tiempos de crisis se cierran las fronteras de la generosidad.

Hace escasas semanas que regresé de mi último viaje a la Argentina. De hecho, aún tengo el sabor de sus platos en el paladar. No obstante, lo que más me gusta de ese país son las personas, ya que muchas de ellas atesoran historias que no dudan en compartir. Una de ellas me la contó una anciana de enorme vitalidad, que se movía por la cocina, resuelta, decidida y sin aceptar ayuda, entre platos, vasos y demás utensilios empleados para la comida del 25 de diciembre. La suya, como tantas otras, era una historia de exilio debido a la Segunda Guerra Mundial: huyó de Italia, del hambre y de la pobreza, tras una vida mejor. Me confesó:

No quiero regresar a Italia. ¿Qué me dio a mí? Solo miseria. En cambio, Argentina fue generosa conmigo: nunca me ha faltado comida ni personas con las que contar.

Hoy, esa historia, me ha hecho pensar en los mensajes xenófobos que han proliferado con la excusa de la crisis por parte de un sector de nuestra sociedad y de nuestra clase política. España, al igual que Italia, también padeció el exilio a consecuencia de la Guerra Civil y de la dictadura. Esta población, herida por la vergüenza del infortunio que protagonizaba, buscó suerte fundamentalmente en la América de habla hispana. Sintió que su patria le había dado la espalda. Años después, durante la democracia, descendientes de esas generaciones regresaron al país de sus abuelos, el cual habían conocido a través de la melancolía de sus seres queridos.

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La frontera española, abierta en época de bonanza, en estos años de crisis mira con recelo a los inmigrantes. Muchos de ellos muestran en el pasaporte un apellido español y, si se les preguntara, relatarían el pasado de ese bisabuelo o de esa bisabuela de Galicia, de Andalucía, de Asturias o de otra región de España que tuvo que guardar su vida en un capazo para cruzar el charco en barco. Sin embargo, hay personas que no recuerdan o a las que no les interesa recordar: hacen culpables de la crisis nacional a los extranjeros, a los que identifican con la delincuencia y la holgazanería, y olvidan a los amigos, los familiares o los conocidos que en estos mismos instantes se bajan de un avión a miles de kilómetros para intentar una vida que en su país natal no tuvieron opción de comenzar o de continuar. Tal vez a estas personas les convendría averiguar quiénes son realmente los culpables de esta situación de injusticia social que vivimos en España, porque con toda probabilidad se sorprenderían al hallar en su carné de identidad la misma nacionalidad que la suya.


NOTAS DE LA AUTORA:

—Este artículo apareció publicado en el periódico Vecinos nº. 286.

—La fotografía fue tomada en Asturias, cerca de Nueva, el día 30 de julio de 2014. La he modificado mediante Pixlr.


El capazo de España –
(c) –
Olivia Vicente Sánchez

2 Respuestas

  1. Como siempre lograste emocionarme… quizás porque conozco estas historias muy de cerca.
    O porque tus palabras siempre las cuentan de manera extraordinaria…
    Tal vez por las dos cosas.

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