El campo propicia la contemplación. El tiempo se dilata. Sonidos del viento, de los animales, de los pasos y de las conversaciones (o confesiones).
Caminamos siguiendo los senderos creados por los pastores, sobre pasto seco, rendido. A un lado y a otro de nuestra fila desordenada de pies, se levantan las malqueridas, las malas hierbas.
De repente, la cima de un cardo, que presume de la sencillez de su flor, es coronada por una mariposa. ¿Nos está escuchando?
Quieta, la mariposa en su atalaya disimula, pero sus ojos, que observan a ratos nuestros cuerpos gigantes, la delatan.
Una fotografía, una historia.
NOTA DE LA AUTORA:
—La fotografía fue tomada en Urueñas (Segovia), el 29 de junio de 2013, con una Canon EOS 1100 D.