Los detectives salvajes de Roberto Bolaño

Roberto Bolaño publicó en 1998 Los detectives salvajes, una novela aclamada por la crítica y por los lectores. Su sabor se siente años después de leerla.

Como si se tratara de una declaración de intenciones en boca de Joaquín Font, esta cita resume la perfección de Los detectives salvajes, ya que en sí misma es un ejemplo de literatura total.

Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano.

Se trata de vida, solo eso, y, por esta razón, es literatura en bruto. Cada una de sus páginas despiertan múltiples sugerencias al lector, quien se ve atrapado en la búsqueda de Cesárea Tinajero que llevan a cabo Arturo Belano y Ulises Lima, alter ego, respectivamente, del propio Bolaño y de su amigo Mario Santiago Papasquiaro.

La novela se divide en tres partes:

  • La primera («Mexicanos perdidos en México, 1975») y la tercera («Los desiertos de Sonora, 1976») se corresponden con el diario de Juan García Madero, un poeta que se ha introducido en el realismo visceral, del que son líderes en ese momento Belano y Lima. Mediante sus anotaciones conocemos su punto de vista acerca de la vida, de su situación familiar, de los amigos, de la poesía contemporánea y del recorrido tras la pista de Cesárea en México.
  • La segunda parte («Los detectives salvajes, 1976-1996») recoge los testimonios de diferentes personas sobre las figuras protagonistas: Arturo Belano y Ulises Lima. Sin embargo, además de proporcionar datos sobre la personalidad compleja y controvertida de ambos poetas, también genera un universo plural.
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Los detectives salvajes se divide en tres partes: «Mexicanos perdidos en México, 1975», «Los desiertos de Sonora, 1976» y «Los detectives salvajes, 1976-1996».

La novela es diversa, pero también presenta unidad gracias a varios elementos, de los cuales destaco:

  • El uso de la primera persona. La pluralidad de narradores está directamente relacionada con la pluralidad de personajes. Si bien es cierto que no todos los personajes que aparecen en la novela cuentan la historia, hay un abanico de perspectivas que refleja el conocimiento parcial que tiene cada uno de ellos sobre los protagonistas. La subjetividad es la forma en la que Roberto Bolaño nos presenta esta historia caleidoscópica en la que Lima y Belano son presentados mediante el resto de los personajes, es decir, a través de aquello que recuerdan o que dicen que recuerdan.

Solo intento contar una historia y tal vez comprender los resortes ocultos de esta, aquellos que en su momento no vi y que ahora me pesan.

  • La presencia de la duda sobre la veracidad. El uso de narradores en primera persona pone en tela de juicio sus afirmaciones acerca de la realidad que retratan. El lector es consciente desde la primera página que él es el que deberá determinar la exactitud de las situaciones, la aceptación de los juicios de valor, la legitimidad de las reacciones… Pero, además, la certeza de los testimonios no solo está tamizada por la relevancia que da cada narrador a los acontecimientos sino por el paso del tiempo.

Tardé en darme cuenta de que no era María. Durante unos segundos creí que estaba soñando o que me hallaba irremediablemente perdido en la vecindad, junto a Rosario. La abracé y busqué su rostro en la oscuridad. Era Lupe y sonreía como una araña.

  • Realidad, ficción o ambas. La búsqueda de Cesárea Tinajero se alarga a lo largo de veinte años y sus consecuencias incidirán en la existencia de Arturo y de Ulises. La literatura es el motor y es la explicación de sus vidas. Vida y literatura son, en realidad, dos formas de denominar un todo indisoluble, pues la una sin la otra no son posibles en dos almas poéticas como son las de Lima y Belano. Quizás por eso el lector entiende su amistad, su destino, su apasionamiento. La novela hace literatura de la vida y esta, a su vez, encuentra su razón de ser en aquella: Belano es Bolaño, Lima es Papasquiaro. Los límites entre lo que se recuerda y lo que se inventa se difuminan.

En París es distinto. La gente se aleja, la gente se va empequeñeciendo, y uno tiene tiempo, aunque no quiera, de decirle adiós. En África no, allí la gente habla, te cuenta sus problemas, y luego una nube de humo se los traga y desaparece, como desapareció Belano aquella noche, de golpe.

  • El pasado enigmático. La narración de los hechos se presenta con elipsis, anticipaciones y retrospecciones. El desorden en el relato favorece el misterio y la incertidumbre. La desaparición de Cesárea Tinajero convierte a Arturo y a Ulises en detectives y ellos terminan siendo objeto de otra investigación. Pero, ¿quién es la persona que está recogiendo los diferentes testimonios para indagar sobre su pasado, sobre sus vidas? ¿Qué interés personal tiene para perseguir su trayectoria a lo largo de diferentes continentes?

Supe entonces, con humildad, con perplejidad, en un arranque de mexicanidad absoluta, que estábamos gobernados por el azar y que en esa tormenta todos nos ahogaríamos, y supe que solo los más astutos, no yo ciertamente, iban a mantenerse a flote un poco más de tiempo.

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El viaje es la manera de acercarse a un rastro y de alejarse de él.

  • El viaje. Arturo Belano y Ulises Lima no consiguen localizar a Cesárea Tinajero en Mexico DF, pero su búsqueda se convierte en huida en el momento en que Lupe y García Madero se montan con ellos en el Impala de Font. Los desplazamientos entre localidades generan sucesivas pistas que los cuatro jóvenes siguen; mas sus movimientos están teñidos por la fatalidad y por la necesidad de escapar de esta. El viaje es el hallazgo: es la manera de acercarse a un rastro y de alejarse de él.

No hay nada como viajar para ensanchar la cultura. Pero también para afinar la sensibilidad. Conocí Israel, Egipto, Túnez, Marruecos. Al final de mis viajes volví con un solo convencimiento: no somos nada.

Este análisis pretende reflejar una mínima parte de Los detectives salvajes, cuya grandeza resulta difícil de resumir en un blog. Quizás, para terminar, lo mejor sea devolverle la voz a su autor:

De todas las islas visitadas, dos eran portentosas. La isla del pasado, dijo, en donde sólo existía el tiempo pasado y en la cual sus moradores se aburrían y eran razonablemente felices, pero en donde el peso ilusorio era tal que la isla se iba hundiendo cada día un poco más en el río. Y la isla del futuro, en donde el único tiempo que existía era el futuro, y cuyos habitantes eran soñadores y agresivos, tan agresivos, dijo Ulises, que probablemente acabarían comiéndose los unos a los otros.


NOTAS DE LA AUTORA:

—Las citas, por orden de aparición en el artículo, corresponden a las páginas 201, 284, 130, 527, 383, 393 y 366-367 de esta edición:

BOLAÑO, Roberto. Los detectives salvajes. 21ª edición. Barcelona: Anagrama, Colección Compactos, 2011. 609 páginas. ISBN: 978-84-339-6663-6.

—Este artículo es una versión del que fuera publicado por primera vez en Mis letras.

—Las fotografías fueron tomadas en diferentes fechas: la de la portada de la novela el día 22 de octubre de 2017, con una Nikon D3200; y las que se corresponden con localizaciones en la provincia de Salta (Argentina) el 4 de agosto de 2009, con una Canon PowerShot G3.

—Este artículo sirvió de base para el Maldito Libro (la sección de literatura del magacín Distrito 007 de Onda Polígono Toledo) del día 19 de mayo de 2018:

 

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