Obras apocalípticas.

Cualquier momento y lugar son buenos para leer en papel, en tinta electrónica… Leer, solo leer.

En ocasiones, sentimos que no tenemos todo el tiempo que quisiéramos para leer. Parece que se nos escapa entre los dedos y, además, nos sentimos culpables por ser incapaces de satisfacer algo que nos hace realmente felices. Por ejemplo, así me siento yo ahora mismo: intento sacar tiempo entre la formación, las clases, la vida cotidiana. De la misma manera me sucede con la escritura. Sin embargo, ¡es hora de leer!

El mejor método para encontrarte con la lectura reside en robarle segundos al reloj, a ese tirano que nunca se cansa de avanzar. Mi aliado perfecto es el libro electrónico. ¿Por qué? Porque puedo llevármelo a todas partes y seleccionar el tipo de texto que en esos momentos se adapta a mí: un poema en el autobús, un relato en la espera del médico, un capítulo de un libro de ensayos durante un viaje. Otra opción también muy interesante la constituye el propio móvil: ¿por qué no leer la prensa mientras espero a un amigo en un bar?

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¡Es hora de leer!

Los dispositivos que existen ahora nos facilitan el acercamiento a la lectura, pero… El café lo prefiero con un libro de hojas tradicionales. El acompañamiento del aroma de mi bebida favorita hace que los relatos de Edgar Allan Poe profundicen aún más en el misterio, en la fatalidad. Por eso, es imprescindible acompañar la lectura con algunos de nuestros rituales predilectos. Además, en esos casos, la tranquilidad nos invita a deleitarnos con el paladar: cada sorbo es una palabra.

Evidentemente, el instante para leer es siempre. No importa si es invierno, verano, otoño o primavera. No, eso da lo mismo. Lo fundamental se encuentra en la necesidad diaria que surge en cada una de las personas. En mi caso, no puedo estar sin leer nada en un día. Me sentiría vacía.

Cuando hablaba de qué leer, surgió la idea de dónde hacerlo. Los espacios son múltiples. Recuerdo que me leí La Regenta mientras iba de camino en la ruta Zamora-Salamanca. Durante el trayecto en autobús, casi una hora, me trasladaba a Vetusta de la mano de Anita Ozores. No quería que el viaje terminase. Cuando llegaba a la estación, notaba que dejaba abandonada a la protagonista. Por eso, no hay mejor espacio para leer que el que inventamos cada vez que nos envuelve un buen libro, ya que ese espacio existe en nuestra mente, allí donde la eternidad domina, al menos mientras duran las palabras.

Y tú, ¿qué, cómo, cuándo y dónde lees?


NOTAS DE LA AUTORA:

—Las fotografías fueron tomadas en dos momentos: el 7 de septiembre de 2015 y el 5 de julio de 2017, ambas con una Nikon D3200. Las he editado mediante ACD See Pro 6.


¿Qué, cómo, cuándo y dónde leer? –
(c) –
Olivia Vicente Sánchez

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