Picasso y Dalí irrumpieron en la escena teatral desde la tradición y para la innovación.
Su aportación sigue vigente a los 90 años de la presentación de la Generación del 27.
El Museo de Santa Cruz es un edificio que define la belleza de Toledo. Se construyó a principios del siglo XVI para reunir todos los hospitales de la ciudad. Destacan la portada, la escalera que nace del patio interior y los artesonados mudéjares y renacentistas. Esta joya de estilo plateresco es en sí misma una obra de arte y, además, alberga exposiciones temporales como «El arte de saber ver. Manuel B. Cossío, la Institución Libre de Enseñanza y el Greco», que concluye el 19 de noviembre. En 2009 recibió la muestra «Picasso y Dalí en el Teatro».
Estos pintores plantearon una nueva visión de lo español más acorde con la realidad del momento basada en una relectura de los tópicos populares sobre España. Impulsados por los movimientos de Vanguardia de principios de siglo y por personajes relevantes como Lorca, Buñuel, Falla, etc., incorporaron la visión culta sobre España de Goya, Unamuno y Ortega y Gasset, entre otros. El resultado: la puesta en escena de dos clásicos de la literatura española.
Cuando se le ofreció a Picasso la posibilidad de participar en el diseño de la representación de El sombrero de tres picos, el pintor andaluz mostró cierto recelo por el tema de la obra. Sin embargo, el reflejo de la lucha de clases y la victoria sobre el Corregidor enseguida captó su interés. El reto consistía en conjugar lo español con la cultura rusa para la escenografía de Diaghilev y su compañía de ballet. En esa época existía en Rusia la idea de que ambos países tenían muchas semejanzas. Así pues, en 1919 se estrenó en Londres El sombrero de tres picos por los Ballets Russes.
«Vestir» a la obra por excelencia del teatro español, Don Juan Tenorio, constituyó para Dalí una oportunidad para desarrollar su mundo de asociaciones surrealistas en un texto cuya trama se desarrolla en el siglo XV y cuyo autor, José Zorrilla, perteneció a un Romanticismo conservador. Su versión resquebrajó, con el atrezo, los vestidos y el decorado, la iconografía y la enriqueció visual y semánticamente. Un ejemplo claro se halla en Las Parcas —personajes mitad pájaros, mitad humanos—, que se dedicaban a cambiar el escenario y a presagiar el final fúnebre de la obra.
Frente a Picasso, Dalí tuvo una doble dificultad cuando estrenó la obra en Madrid en 1949: tuvo que armonizar los tópicos del mito popular con una visión vanguardista y superar los prejuicios de posguerra en torno a la innovación, ya que se consideraba que la cultura era algo inmutable y obligatoriamente vinculada al pasado.
Las transgresiones de la escena teatral de nuestro siglo beben de los impulsos de Dalí, Picasso, Lorca, Valle-Inclán… Sus propuestas sorprenden por su atrevimiento y nos hacen recordar que no somos tan modernos como pensábamos o que, si somos tan modernos, se lo debemos a nuestros padres.
NOTAS DE LA AUTORA:
—Se ha usado una Nikon D3200 para fotografiar el libro y se ha empleado el programada ACDSee Pro 6 para editar.
—Datos del libro sobre la exposición:
QUINTANA JIMÉNEZ, Isabel y PELÁEZ MARTÍN, Andrés (coord.) (2008): Picasso y Dalí en el Teatro, Colecciones del Museo Nacional del Teatro, Ciudad Real, editado por Sociedad Don Quijote de Conmemoraciones Culturales.
—Este artículo es un ampliación del que fuera publicado por primera vez el 30 de noviembre de 2009 en Mis letras, mi primer blog.
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