Los pensamientos pueden llegar a ser demonios. Algunos de ellos nos acompañan durante tanto tiempo que forman parte espectral de la personalidad. Los respiramos, los comemos, pocas veces los digerimos.
Hoy me desperté pensando en las manos de mi abuela, aquellas que sobre la cama dejaba caer por el peso de la ancianidad. Sus manos, entonces y ahora, me recuerdan a las mías, aunque fueran totalmente diferentes. Cuando aún cosía, yo, una niña, me imaginaba que el hilo escribía historias en las telas. Quizás por este motivo crea que poseían ciertas similitudes.
Cuando compongo historias, siento que dibujo el pasado de unos personajes. Ideo un mundo a mi medida en el que existe la libertad que en esos instantes sueño. Trazo mis fantasmas y con ese hilo les proporciono ligereza, tal vez la misma con la que mi abuela pespunteaba sus demonios.
Escribir para mí no es una profesión, ni siquiera una vocación. Es una manera de estar en el mundo.
Ana María Matute
6 Respuestas
Muy bueno, triste, pero bonito.
q estés muy bien
Gracias.
El hilo y el bolígrafo en buenas manos crean elementos inolvidables… las puntadas de tu abuela y tus palabras lo son…
Menos mal que en la foto no se ven las uñas…
Jajajaja.
Gracias.
🙂