La literatura en la existencia es uno de los temas que abordan 1Q84, Niebla, Crónicas del Ángel Gris y Los detectives salvajes.
Leí 1Q82 (2009) antes que la obra de Bolaño, pero me invadió la misma ansiedad: unas enormes ganas de escribir. Curiosamente, parece que es un efecto secundario que afecta a otros escritores, quizás, entre otros motivos, por el hecho de que Haruki Murakami trata la escritura como afición y profesión, uno de mis temas favoritos.
Tengo Kawana es escritor y, a lo largo de la novela, lucha por dar una entidad personal a palabras que, en ocasiones, no son ni siquiera suyas. Además, paulatinamente, va observando cómo esas palabras han creado un universo cuyos límites se confunden con los de la realidad. Pero, ¿cuál es la realidad? ¿Qué entiende el autor por realidad? ¿Y nosotros, como lectores? Esta cuestión ya la planteó Miguel de Unamuno en Niebla (1914):
Todo esto que me pasa y que les pasa a los que me rodean, ¿es realidad o es ficción? ¿No es acaso todo esto un sueño de Dios o de quien sea, que se desvanecerá en cuanto Él despierte, y por eso le rezamos y le elevamos a Él cánticos e himnos, para adormecerle, para acunar su sueño? ¿No es acaso la liturgia toda de todas las religiones en [un] modo de brezar el sueño de Dios y que no despierte y deje de soñarnos?
Esto se sugiere también, por ejemplo, en Crónicas del Ángel Gris (1988) de Alejandro Dolina, en cuya obra existe una lucha entre personajes que desean un mundo racional y científico y otros que quieren vivir en la fantasía, en la sentimentalidad. Así pues, considero que el libro representa el enfrentamiento entre razón y sentimiento, propio de la dualidad del ser humano:
Dormir en el barrio de Flores es una experiencia notable. Todos sabemos que allí se sueñan cosas muy extrañas. […] Sueños frescos, sueños maduros. El Ángel tiene sueños buenos y malos. Tiene uno tan terrible que si uno no despierta a tiempo, se muere. […] El Ángel Gris elige sueños para cada uno de los que se atreven a dormir en Flores.
Podría obtenerse la respuesta en la literatura, incluso en el pasado, ya que serviría, en cierto sentido, para explicar al individuo. Pienso, en relación a esto, que la rememoración del ayer goza de un carácter ficticio inherente, puesto que el pensamiento o el habla pretenden recuperar unas imágenes que reinventamos con cada evocación:
La gente necesita esas cosas para seguir viviendo. Imágenes que no pueden explicarse con palabras, pero que son relevantes. En cierto sentido, vivimos para explicar ese algo.
En esta cita de 1Q84, los recuerdos, en forma de pensamiento fotográfico, intentan hallar la carne que proporciona un significante; no obstante, su interpretación esconde un enigma. Para Tengo, así como para Aomame, la coprotagonista del libro, vivir es intentar responder. El recorrido hacia la solución es, en sí mismo, parte de la meta. La fatalidad está en que los personajes son arrastrados por el ansia de conocimiento y no pueden escapar del destino, a pesar de que comporte riesgos importantes. De la misma manera, en Los detectives salvajes, Arturo y Ulises se ven determinados por la búsqueda de una escritora a la que admiran, Cesárea Tinajero, y sus acciones durante veinte años son esclavas de esa curiosidad.
En estos casos en los que una obra se cimienta en la investigación, tras hallar supuestamente el objetivo, me cuestiono si tiene sentido narrar qué les sucedería posteriormente a los personajes. De la misma manera, cabe preguntarse si nuestra propia existencia no es más que un sueño del Ángel, quien duda en cómo esbozarla y concluirla.
NOTAS DE LA AUTORA:
—Las fotografías de los libros las he realizado yo.
Sin comentarios todavía