Uno de los temores que más asustan al escritor es la hoja en blanco. Este bloqueo en la escritura no es un mito, es un obstáculo al que hemos tenido que enfrentarnos en algún momento de nuestras vidas.
Estoy realizando un curso de novela; con él, entre otras cosas, pretendo romper con el bloqueo en la escritura. Por ahora, en los inicios, me siento cómoda y, además, por otro lado, el horizonte se va expandiendo y vuelvo a escribir en mi cuaderno de cuartillas. Tras la búsqueda puede hallarse un camino a seguir.
He hablado en otras ocasiones de lo que supone pasar de la mente al papel y el esfuerzo doloroso que provoca. A lo largo de este año, o quizás más —no quiero ni pensarlo—, he sentido la oxidación de mi cerebro y, como no puedo vivir sin escribir, he tenido que enfrentarme a la maldita hoja en blanco.
La enfermedad de la escritura es un aleteo que invade a la persona desde la cabeza hasta los últimos milímetros de su cuerpo y su origen se justifica de varias maneras. No tengo ni idea de cuándo comencé a sentir la necesidad de coger una hoja y de escribir en ella los pensamientos que me asediaban, atemorizaban, entristecían… ¿Por qué la escritura ha sido sinónimo de soledad en momentos en los que parecía que era la salida a mis callejones particulares? Aún no lo sé. Aún pienso que no ha sido nunca una opción, sino una forma de vivir. Sin embargo, es mejor padecer a que exista solo el vacío.
Para mitigar mi frustración, en las fiestas navideñas he leído varias obras. De este modo acallaba la obsesión y, por otro lado, me permitía soñar con posibles historias. Ayer acabé El ruido y la furia de madrugada, echada en la cama en completa oscuridad, solo con la luz del libro electrónico de atmósfera. Solo existía el libro, que penetraba en la piel durante el silencio nocturno.
Llegué a esta lectura porque en un artículo periodístico un escritor, de cuyo nombre no me acuerdo, recomendaba bucear en el mundo de William Faulkner, una tarea hasta entonces pendiente para mí. ¡Hay tantos autores y tan poco es nuestro tiempo! Así me introduje en el Sur norteamericano. Me fijé, sobre todo, en cómo reflejaba el torrente de conciencia y en cómo conseguía agudizar la tensión con cada una de las cuatro partes. Pero para llegar hasta aquí, anduve anteriormente otro paso.
No solo leer puede ser una forma de controlar la ansiedad por el bloqueo. En el curso proponen recetas tan sencillas como organizar un horario y respetarlo pase lo que pase, aunque se tenga la mente en blanco. Al principio pensé que se trataba de una medida absurda: ¿cómo voy a tener un horario para escribir si no logro escribir? Resolví el misterio siguiendo las instrucciones. Soy buena alumna: hago siempre lo que mandan los profesores. Y funcionó.
No cuestiono si se me ocurre algo o no; únicamente, comienzo a garabatear las ideas que rondan por mi mente, algunas surgen como un diario (la falta de concentración, la quiebra de algún argumento pendiente, etc) y otras, como historias. Después de un rato de lamentaciones, continúo con el hilo que había dejado: Ariadna, la de dulces dedos, me indica dónde se encontraba un personaje en líneas anteriores y yo sigo temerosa su madeja, pero más feliz y tranquila.
Al laberinto ha contribuido una de las lecturas recomendadas por el curso: El Gozo de Escribir: El arte de la escritura creativa, de Natalie Goldberg. Con este libro, se puede y se debe entender la escritura como una forma de placer. La clave reside en el equilibrio, muy en la línea zen. La autora se muestra cercana, contando sus experiencias, llenas de temores reconocidos por cualquier escritor. El libro es interesante, a pesar del copioso número de erratas y de faltas de ortografía que muestra la edición de La liebre de marzo. Seguro que su lectura podrá resultar útil a otras personas que también sientan lo mismo.
Hoy me siento satisfecha. He burlado a mis miedos y he ahuyentado al bloqueo en la escritura. Mañana será otro día y en él reconoceré a otros demonios. Pero nunca me faltará la convicción de que escribir es un error que adoro cometer, especialmente si durante él escucho la música de un piano lejano, casi ensordecido, pero cuyas vibraciones me conectan con otros mundos que esperan ser escritos.
NOTAS DE LA AUTORA:
—La fotografía de Las Médulas (León) fue tomada en julio de 2015 con una Nikon D3200.
—Datos de la obra:
GOLDBERG, Natalie. El gozo de escribir: El arte de la escritura creativa. Liebre de marzo, 2003. 244 páginas. ISBN: 978-84-87403095.
4 Respuestas
Algunas personas nacimos con el bloqueo perpetuo a la escritura pero con el deseo ardiente de la lectura…. Y como me encanta leerte me alegra que hayas logrado desbloquearte.
Besote!!!
Gracias. Espero seguir así.
🙂
Probablemente, o al menos en mi caso, creo que para lograr romper el bloqueo que nos sucede cuando vamos a empezar un proyecto, ya sea escribir, pintar, o en definitiva cualquier tarea que exija un esfuerzo constante durante un periodo de tiempo prolongado, es ponerse pequeñas metas para poder evaluar nuestro progreso. Tener la satisfacción de ver que avanzamos y que no estamos dando vueltas sin rumbo creo que es importante.
Obviamente, tal y como has comentado, la lectura como fuente de inspiración, realizar un curso como estas haciendo, por fuerza seguro que ayudan a mejorar en la escritura, pero para la parte de gestionar el esfuerzo diario, que es la parte que más nos pesa y desanima, en lo personal me gusta usar herramientas de organización de tareas. Hay bastantes aplicaciones web gratuitas para esto. De las que he probado me gusta Trello por su sencillez y flexibilidad. Permite gestionar en un tablero, mediante listas y tarjetas, las tareas que necesitamos para realizar nuestros proyectos. Es un sustitutivo de los «post-it» y de los «TO-DO List» en versión web. Te recomiendo darle un vistazo a este tipo de programas, hay bastantes, y seguro que alguno te puede servir de utilidad.
¡Genial! Tomaré nota.
Ciertamente, lo mejor es no pensar en la meta, puesto que puede lograrse con mucho tiempo. Por ahora me conformo con no saltarme los pequeños pasos que me propongo.
Gracias.
:))