Siempre que llega el Día del Libro se cuestiona la lectura de los clásicos. Miguel de Cervantes no se escapa del debate.

¿Por qué es importante el Quijote? Me preguntaron el jueves mientras un grupo de estudiantes leía la obra cumbre de Miguel de Cervantes entre bostezos, charlas paralelas y escaso entusiasmo. Antes de contestar, quise evitar hacerlo por una única razón: ¿serviría de algo?

En el Día del Libro se fomenta la lectura y se defienden los derechos de autor. Por otro lado, se homenajea a dos figuras literarias universales que, aunque no murieron el mismo día, ha servido para establecer los actos en torno a esta fiesta del libro: William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Surgen todo tipo de eventos alrededor de estos escritores. En cambio, nos encontramos con que son autores que cada día se hallan más lejos del público juvenil y adulto. Podríamos mencionar a muchos otros como Berceo, Garcilaso de la Vega, Góngora o, más cercanos en el tiempo, Pardo Bazán.

¿Por qué? La respuesta más fácil reside en su dificultad, ya que su estilo y la época en la que ambos vivieron distan mucho de los modos actuales. No obstante, creo que existen otros motivos y uno de ellos es el nivel de frustración del lector.

Estatua de Garcilaso de la Vega en Toledo.

Estatua de Garcilaso de la Vega en Toledo.

Si bien es cierto que aconsejo detener la lectura de una obra que no agrade, igual de cierto es que, para gozar de textos difíciles, hemos de aprender a ejercitar nuestra mente. Cuando yo tenía dieciséis años, leí por primera vez el Quijote, parte I y II. Reconozco que no entendí muchas cosas. Los discursos ensayísticos, las narraciones insertadas, los versos, las ironías, la teoría literaria y otros ingredientes, los leí superficialmente, con la cabeza de una adolescente que siempre había leído de todo. Pero, de todo ello, se quedó un poso que, posteriormente, durante la carrera y el desarrollo de mi profesión, germinó.

Leer no es fácil. Requiere una mente ligera y atenta, tiempo, un lugar en el que nos sintamos en intimidad, aunque estemos en el ojo de un huracán. Pero, sobre todo, requiere paciencia. No podemos acercarnos a un libro con las prisas con las que contestamos a un mensaje por teléfono. No. Porque si lo hacemos así, rompemos la magia de ese regalo.

Cuando escribió el Quijote estaba lleno de dudas. Ya era un anciano. No había cumplido su sueño de ser poeta de la corte y no había podido hacer sombra al Fénix de los Ingenios. Me lo imagino escribiendo esas páginas, bajo la luz de las velas, con la vista cansada y múltiples desilusiones en la espalda, mirando cada tanto por la ventana que quizás le inspiró la quema de los libros.

Casa Museo Esquivias

Detalle de la ventana que inspiró a Cervantes para el capítulo de la quema de libros del Quijote (Casa-Museo en Esquivias).

Así Cervantes era solo un hombre, un hombre con un sueño, el de ser inmortal a través de la Literatura. Él, entonces, no sabía que su entierro marcaría la fecha del Día del Libro; tampoco sabía que su nombre se usaría para denominar un premio de las letras; mucho menos podría imaginarse que su obra sería traducida a todos los idiomas, que cuatro siglos después se estudiaría en las aulas y que se vendería en cualquier rincón del planeta, incluso que se pagarían en librerías de antiguo cantidades obscenas por ciertos ejemplares. Él, que pasó hambre y sufrió prisión, mostraría un profundo asombro y se le escaparía más de una ironía.

Hoy he tenido miedo. Me desperté pensando en que el Quijote se había convertido en un cadáver, como el cuerpo de su autor, embalsamado y expuesto en una vitrina ante la mirada de un público esquivo. Le había pasado lo que Ray Bradbury plasmó de manera breve y certera:

Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos.

Sería triste que esta obra y otras miles, escritas hace siglos, se enterraran en el olvido y que solo se desempolvaran para dar el nombre a una institución, a un galardón o a un evento. Creo que Miguel de Cervantes preferiría que lo recibieras en el salón de tu casa, con un café en la mesa y con la calma de quien sabe que la dedicación tiene su recompensa: la palabra soñada por otros.


NOTA DE LA AUTORA:

— La fotografía de la escultura fue tomada por la autora el 22 de julio de 2014 con una Canon Ixus 200 IS. Se trata de la estatua de Garcilaso de la Vega, otro autor que corre peligro de que sus obras sirvan exclusivamente para decorar estanterías. Se encuentra en Toledo, frente a la Iglesia de San Pedro Mártir.

— La segunda imagen se fotografió el 14 de marzo del mismo año con la cámara GT-I9300 de un Samsung Galaxy III. Ha sido procesada con el programa ACD See Pro 6.

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