HBO lanzó en la primavera de 2017 El cuento de la criada, una serie que se basa en la novela del mismo nombre de Margaret Atwood. Autoritarismo, sectas y feminismo son algunas de sus claves.
Cuando terminas de leer una obra maestra te sientes huérfana, como si alrededor nadie comprendiera esa sensación de vacío que solo puede llenarse con otro clavo. Pero un clavo de esa categoría es difícil de sustituir. Eso mismo me ocurrió con Stoner y ahora me temo que me sucederá con El cuento de la criada de Margaret Atwood (1939), a no ser que rápidamente rellene el espacio con otro libro de pálpito semejante.
Terminé de ver la primera temporada de El cuento de la criada y fui enseguida a la librería más cercana para comprarme el libro. Me gusta apreciar las diferencias entre la adaptación y la obra original y, aunque en ocasiones caigo en el fácil «Esto en el libro no es así», no lo hago por ese placer sino por el de ver cómo encaja una obra en el cuerpo de otro género con leyes e instrumentos dispares.
La novela me cautivó desde el prólogo. La autora explica cómo asumió una historia que por ambiciosa le llevaría años, sensibilidad, riesgo y, sobre todo, mucho trabajo. Para ello, se basó en fuentes diversas: Chaucer, la literatura testimonial, la Biblia, la ciencia ficción, la quema de libros, la poligamia en EE.UU., la historia de la esclavitud, el robo de niños por los generales en la Argentina, las sectas, las ejecuciones grupales, los programas de la SS, etc. Combinado, digerido y escrito a partir de 1984, dio lugar a El cuento de la criada, una distopía que no se halla exenta de referencias histórico-sociales de fácil identificación y cuyos pilares son el feminismo, la religión y el autoritarismo.
Aquejado de graves problemas medioambientales que han afectado no solo a las explotaciones agrícolas y ganaderas sino también a la propia fertilidad humana, el planeta necesita una nueva dirección, una solución que se basa en el establecimiento de blancos y negros, de barreras que determinan qué es lo adecuado o permitido, frente a lo que es malo, prohibido, erradicado.
La protagonista encaja en este puzle como Criada del Comandante y su Esposa, una familia con poder dentro del nuevo régimen. En la serie se llama June, pero en la novela nunca se establece esa correspondencia, como tampoco aparece su madre, papel que es asumido por Moira y por la protagonista. Está casada con Luke, quiere buscar a su hija, no sabe si su madre está viva ni el paradero de su mejor amiga… Estas informaciones incompletas provocan otros interrogantes.
¿Cómo ha llegado a Gilead? ¿Quiénes son, realmente, sus amos? ¿Qué ha sido del resto de su familia y de sus amigas? Son preguntas cuyas respuestas se van mostrando poco a poco y que nos llevan a otras muchas. Una de ellas, la que más se repetía en mi cabeza a medida que leía, esa esta: ¿por qué las personas sometidas no se rebelaron antes de que fuera demasiado tarde? Lógicamente, la solución es clara: ¿acaso nos rebelamos ahora ante las injusticias o los abusos? Relativamente.
Por eso funciona tan bien esta obra, por el hecho de que los seres humanos nos adaptamos rápidamente a los cambios y buscamos en ellos nuestra supervivencia, la personal, que es, a la vez, grupal. Si yo me adapto, el otro se rinde y la espiral continúa su curso aunque tengamos que renunciar a nuestra libertad. Se trata de un pequeño precio para un beneficio enorme: nuestra vida (a eso nos agarramos).
Por eso funciona tan bien esta obra, por el hecho de que los seres humanos nos adaptamos rápidamente a los cambios y buscamos en ellos nuestra supervivencia, la personal, que es, a la vez, grupal. Si yo me adapto, el otro se rinde y la espiral continúa su curso aunque tengamos que renunciar a nuestra libertad. Se trata de un pequeño precio para un beneficio enorme: nuestra vida (a eso nos agarramos).
Atwood elige la primera persona. Varias veces la narradora advierte de que reconstruye hechos, miente o los trata como si fueran un cuento. La forma, similar a la de un diario o una confesión, no se revela hasta la parte final («Notas históricas sobre El cuento de la criada»), momento en el que se especifica el medio del que se valió para la transmisión de su testimonio. No obstante, la lectura se percibe como un diálogo con el otro, el que lee, gracias al empleo del presente y de las referencias a acontecimientos que se aparentemente suceden de manera simultánea al hecho de narrar. El pasado lo emplea para recordar o para contextualizar, es decir, para plantear cómo ha sido posible llegar a esa situación.
Así pues, sus palabras hay que recibirlas desde su prisma, asumiendo que, como todo relato en primera persona, puede tratarse de una media verdad. ¡Qué interesantes son las medias verdades! Sin moralinas, con vergüenza, esta Criada cuenta cómo hace para sobrevivir para convencernos, quizás como pretendió Lázaro de Tormes a la hora de justificar su caso, de por qué sucumbe al miedo, a otra piel, a la opresión. El caso de la Criada es el nuestro, el de las mujeres, el del sexo que ha sido tildado de débil.
¿Qué haríamos nosotras por sobrevivir, por volver al lado de nuestro marido y nuestra hija? Sonreiríamos, nos vestiríamos marcadas por el rojo como María Magdalena, agacharíamos la cabeza, entregaríamos nuestros cuerpos… Pero, a pesar de ser aparentemente generosas, abnegadas o frágiles, estaríamos acechando, esperando nuestro turno para retomar en silencio nuestra existencia, disfrazando nuestra rebeldía con un carmín, una caída de ojos o una caricia.
¿Qué haríamos nosotras por sobrevivir, por volver al lado de nuestro marido y nuestra hija? Sonreiríamos, nos vestiríamos marcadas por el rojo como María Magdalena, agacharíamos la cabeza, entregaríamos nuestros cuerpos… Pero, a pesar de ser aparentemente generosas, abnegadas o frágiles, estaríamos acechando, esperando nuestro turno para retomar en silencio nuestra existencia, disfrazando nuestra rebeldía con un carmín, una caída de ojos o una caricia.
Se ha nombrado como oráculos del siglo XX a Orwell, Huxley, Bradbury, Asimov, Dick, etc., dentro del panorama de la ciencia ficción. Pero Atwood desarrolla temas con una prosa más elegante, contundente, ágil. La novela, de cuatrocientas palabras, se lee en un suspiro y termina abruptamente, invitando a la revisión de capítulos, fechas, personajes… Miedo me da pensar en cómo va a resolver esto la segunda temporada de la serie, porque no lo tiene nada fácil. Mientras tanto, sugiero penetrar en el universo de esta escritora canadiense a través de su basta obra o de las adaptaciones que se han llevado a cabo en el cine, en el teatro, en la ópera.
NOTAS DE LA AUTORA:
—La imagen de la autora pertenece a Wikipedia.
—Las fotografías fueron tomadas con una Nikon D3200 en dos días distintos. La del exterior se tomó en la Presa de Almendra (25 de diciembre de 2017) y las referidas al libro, el 4 de enero de 2018.
—Datos de la obra:
ATWOOD, Margaret. El cuento de la criada. Traducción de Elsa Mateo Blanco. 6ª edición. Barcelona: Ediciones Salamandra, 2017. 412 páginas. ISBN: 978-84-9838-801-5.
—Dediqué la sección Maldito Libro a hablar de esta obra el día 23 de diciembre de 2017 dentro del programa Distrito 007 (Onda Polígono Toledo, 107.3 FM). Como presenta información complementaria, puedes escucharla a continuación:
3 Respuestas
Tantos libros… Cómo hago para leerlos?? Necesito mil horas más por día… O dejar de leer tus textos para no rentar me con ningún otro… Jajaja. Imposible que eso suceda.
Como siempre…. Muy buena reseña!!!
Opino lo mismo: una vida e infinitos libros. Otra razón más para elegir bien qué se lee.
Gracias por tu comentario. Un placer tenerte como lectora.
Un abrazo.
Era… Tentarme (rentar me, no)