Federico García Lorca entendió la poesía como una forma de vida, y esa concepción resuena en cada una de sus composiciones.
Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura.
Así le dijo Federico García Lorca de viva voz a Gerardo Diego para que incluyera sus reflexiones en Poesía española. Antología (Contemporáneos). Con estas palabras simples, y a la vez llenas de complejidad, resumía su concepción de la Poesía, centauro de trabajo e inspiración que impregnó toda su obra.
Lorca era un animal lírico. La fuerza de sus versos colmó de belleza cada una de las páginas que redactó ya desde Impresiones y paisajes. Fue ser en tanto que fue poesía, por lo que no debe extrañarnos que plasmara el dolor de existir en sus obras. Un ejemplo aparece en «El poeta pide a su amor que le escriba», un poema de Sonetos del amor oscuro (1936):
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte. […]
Esa carnalidad forjó su magia: amor y muerte, libertad y frustración, individuo y sociedad. El hilo que los unió se denomina fatum, que, sordo, sigiloso y sibilino, preocupó al poeta de tal modo que él mismo fue vidente de su destino trágico en Bodas de sangre:
Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes.
La única manera que encontró para escapar de lo inexorable y refugiarse en el sosiego residió en la muerte. Su amigo Luis Cernuda, consciente de ello, lo expresó en la elegía «A un poeta muerto», publicada en La Realidad y el Deseo (1940):
[…] Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte. […]
El poema de Cernuda continúa explicando hoy en día la esencia de la poética lorquiana y, por ende, de la de cualquier creador: el poema encarna al poeta, da cauce a su expresión y alivio a su tormento. Lorca, consciente de ello, quiso que formara parte de su poética en la antología de Diego antes citada:
Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía.
NOTAS DE LA AUTORA:
—Bibliografía:
CERNUDA, Luis. Antología poética. Edición de Ángel Ruipérez. 1ª edición. Madrid: Espasa (Colección Austral), 2002.389 páginas. ISBN: 9788467000870.
DIEGO, Gerardo. Poesía española contemporánea. Edición de Andrés Soria Olmedo. Madrid: Taurus (Clásicos Taurus), 1991. 790 páginas. ISBN: 9788430601806.
GARCÍA LORCA, Federico. «El poeta pide a su amor que lo escriba». Recuperado desde: https://www.poesi.as/fglso106.htm.
—La antología de Gerardo Diego tuvo varias versiones. Para simplificar, se ha empleado la segunda: Poesía española. Antología 1915-1931 y Poesía española. Antología (Contemporáneos). Taurus los ha recogido en Poesía española contemporánea.
—Las fotografías pertenecen a Wikimedia Commons a Eco Republicano.
2 Respuestas
Los profesores tampoco podemos hablar de poesía, sólo disfrutarla y si hacemos que aunque sea un solo alumno también la disfrute podemos sentir que lo logramos
Realmente, la poesía, así como cualquier manifestación del arte, primero se siente y, luego, si se puede, se comprende.